24 febrero, 2006
Como estamos dedicados gran parte de nuestro tiempo al mundo inmenso de los libros de emblemas, es natural que nos fijemos, ya casi instintivamente, en cualquier relación de texto e imagen que nos salte a los ojos. Ya no podemos ver un cuadro en que haya un libro representado sin sentir la acuciante necesidad de saber qué libro es, en qué año y dónde fue editado, y qué dicen esos renglones que el pintor dibuja en la página abierta.
Cuadros con libros en su interior hay muchos. Sólo en la pintura barroca española son legión. En especial cuando aparece aquel género específico de vanitas donde el pintor expone su desprecio hacia la sabiduría mundana, configurándose así un tipo de vanitas litterarum.
Hace pocos meses, el Museu Nacional d’Art de Catalunya dedicó una exposición al tema del texto dentro del cuadro: La paraula figurada. La presència del llibre a les col·leccions del MNAC, un recorrido histórico del tema hasta nuestros días al que podría sumarse esta pintura que empezamos a comentar el pasado 21 de febrero.
El libro abierto en la esquina inferior derecha es el punto de partida de la diagonal básica del cuadro, y lo conecta, en el otro extremo, a la ciudad de Roma. Roma, capital de peregrinos, recibe, así, este comentario verbal. Recordemos que estamos ante un cuadro donde el tema de la peregrinación no tendría por qué aparecer, pues se trata de describir las características de Europa como continente en comparación con los otros conocidos hasta entonces. Es un cuadro, además, que ofrece la descripción estática de un interior presentado como gran gabinete de curiosidades o de maravillas. Por tanto, como dijimos en la entrada anterior, la importancia atribuida a estos versos es grande.
Obviamente, el texto es ambiguo: «Pelegrins sont / Qui dans ces villes / Pour leur bourdons / Chercent coquilles» Una primera lectura, literal, coincide bastante bien con la que nosotros hemos hecho de la wunderkammer como mundo abreviado o, mejor, concentrado entre cuatro paredes. Los peregrinos (intelectuales, mentales) de estos versos lo son por buscar caracolas, conchas, veneras (elementos naturales) para adornar su bordón, como insignias de su oficio –de las que el cuadro está, por cierto, completamente lleno–. Sin necesidad de moverse apenas, se puede ser peregrino por la mera acción de la búsqueda, que en este caso lo sería de mirabilia naturalia. Es decir, una búsqueda «científica», hasta donde se pueda llamar así en la época. Y Gracián aporta otro matiz definitorio del peregrino interior: el hombre perfecto –dice– es un «gustoso peregrino»; no quien viaja mucho, sino quien «atiende y sabe reparar, examinándolo todo o con admiración o con desengaño» (El Discreto Huesca, 1646, p. 474). Queda así claro, como hemos apuntado en anteriores entradas, que el peregrinaje puede ser mental; y aún véase el libro de Juergen Hahn, The origins of the Baroque Concept of Peregrinatio (Chapel Hill, 1973) para acabar de rastrear el tema en el período que nos ocupa. Este enfoque, pues, resolvería la paradoja que define en estos versos a unos peregrinos estáticos, «dans ces villes».
Pero también nos parece muy claro el doble sentido maliciosamente erótico de la redondilla, con las ambigüedades obvias de «bourdon» y «coquille». De igual modo, el emblema anteriormente citado de Visscher agrupaba en una especie de concha o venera los símbolos de la disipación humana. Creemos que esta segunda lectura casa a la perfección con el tono del cuadro, un poco grotesco: véase, por ejemplo, cómo el pintor lo ha firmado casi en el centro de la composición por medio de unos gusanos que se retuercen formando las letras de su nombre. De este modo, en definitiva, van Kessel ha reducido Europa a Roma, y a Roma la ha criticado profundamente con todos los elementos de vanidad, corrupción del poder papal y alusiones a los pecados, especialmente el de lujuria. Todo ello inmerso en un abigarramiento que camufla la crítica y que parece indicar, por medio del preocupado gesto del hombre que señala la tabla con insectos al lado del enorme cuadro con el ramo de flores, que la vía de salvación está en la ciencia y el arte.
21 febrero, 2006
Un viaje a la mente barroca
Es bien sabido que desde finales del siglo XVI el gabinete de curiosidades o wunderkammer permitía colocar un pequeño mundo maravilloso en una estancia que proporcionaba a la mente del curioso coleccionista un viaje estático por los lugares más recónditos del orbe. También por los más fantásticos, sorprendentes, inverosímiles y hasta, en ocasiones, grotescos. El hombre barroco, así, podía entregarse a la ensoñación de un mundo variopinto, inabarcable y colmado por Dios de seres y objetos enigmáticos que desplegaban el doble atractivo de la incitación sensorial y del reto intelectual, normalmente sujeto a las desatadas reglas de un pensamiento analógico y no empirista o clasificatorio. Y todo ello sin moverse de aquella cámara apartada, un poco secreta, dispuesta en muchos casos al lado de su studiolo. [Para leer más]
Una prueba espectacular de que el viaje alrededor del mundo podía hacerse sin salir de una habitación está en la la tetralogía de Jan van Kessel (1626-1679), Alegorías de los continentes (1664-1666), donde las personificaciones alegóricas ocupan el centro de unas salas abarrotadas de elementos de todo orden como inmensas cámaras de maravillas, siguiendo el modelo de otros gabinetes similares pintados por el mismo artista u otros de su círculo. Las pinturas se abren por un arco o galería a un exterior que muestra un horizonte no menos recargado y, además, la escena central se enmarca en dieciséis cuadros menores, dedicados a la fauna específica de cada continente.
Pero si bien Asia, África y América están constituidas por objetos y referencias extraídas de tratados más o menos conocidos y no demasiado originales (parece claro, por ejemplo, que para América utilizó la Historia naturae del padre Nieremberg que comentamos días atrás al hablar del sucarate), la representación de Europa ofrece una lectura mucho más compleja. No intentaremos aquí la descripción de un cuadro como este, pero queremos señalar algo que nos llama la atención: la crítica profunda con la que trata Jan van Kessel a su propio continente. La lujosísima figura alegórica de Europa recibe arrobada la conucopia desbordante que le entrega un angelote, mientras un hombre (¿un naturalista?, ¿un erudito?, ¿quizá el propio pintor?) intenta en vano, y con gesto ceñudo, que ella se fije en una tabla con insectos disecados. Las figuras de unas lujuriosas mandrágoras se descubren bajo un paño en un cuadro a la izquierda, y ante ellas, desparramados por el suelo, símbolos de lo sensorial y lo superfluo propios de una vanitas pero sin las marcas que nos indiquen una lección de contemptus mundi: solo elementos caracterizadores del continente. No hay nada enaltecedor, y en un pequeño cofre, una hoja de papel registra las deudas con el panadero y el cervecero. La presencia del juego (cartas, dados y raquetas de tenis), junto al jarro y la copa de vino, podría poner el conjunto en relación con la lección moral del emblema de Roemer Visscher Pessima placent pluribus (Sinnepoppen, Amsterdam, 1614; Emblema XXVI, p. 148). Estamos en Roma, como se ve al fondo, y una bula de Alejandro VII aparece sobre una mesa en cierto equilibrio inestable; una pintura con un naufragio preside el centro superior; elementos militares a la derecha... Y, en la esquina inferior, hacia donde la estructura compositiva conduce sutilmente la mirada, bajo una esfera celeste, escritos en un libro abierto sobre el que pululan más insectos y mariposas, se leen los versos franceses: «Pelegrins sont / Qui dans ces villes / Pour leur bourdons / Chercent coquilles». ¿Qué significa este poema que parece tener tan alto grado de relevancia dentro del cuadro? Concluiremos esta nota el 24 de febrero.
Una prueba espectacular de que el viaje alrededor del mundo podía hacerse sin salir de una habitación está en la la tetralogía de Jan van Kessel (1626-1679), Alegorías de los continentes (1664-1666), donde las personificaciones alegóricas ocupan el centro de unas salas abarrotadas de elementos de todo orden como inmensas cámaras de maravillas, siguiendo el modelo de otros gabinetes similares pintados por el mismo artista u otros de su círculo. Las pinturas se abren por un arco o galería a un exterior que muestra un horizonte no menos recargado y, además, la escena central se enmarca en dieciséis cuadros menores, dedicados a la fauna específica de cada continente.
Pero si bien Asia, África y América están constituidas por objetos y referencias extraídas de tratados más o menos conocidos y no demasiado originales (parece claro, por ejemplo, que para América utilizó la Historia naturae del padre Nieremberg que comentamos días atrás al hablar del sucarate), la representación de Europa ofrece una lectura mucho más compleja. No intentaremos aquí la descripción de un cuadro como este, pero queremos señalar algo que nos llama la atención: la crítica profunda con la que trata Jan van Kessel a su propio continente. La lujosísima figura alegórica de Europa recibe arrobada la conucopia desbordante que le entrega un angelote, mientras un hombre (¿un naturalista?, ¿un erudito?, ¿quizá el propio pintor?) intenta en vano, y con gesto ceñudo, que ella se fije en una tabla con insectos disecados. Las figuras de unas lujuriosas mandrágoras se descubren bajo un paño en un cuadro a la izquierda, y ante ellas, desparramados por el suelo, símbolos de lo sensorial y lo superfluo propios de una vanitas pero sin las marcas que nos indiquen una lección de contemptus mundi: solo elementos caracterizadores del continente. No hay nada enaltecedor, y en un pequeño cofre, una hoja de papel registra las deudas con el panadero y el cervecero. La presencia del juego (cartas, dados y raquetas de tenis), junto al jarro y la copa de vino, podría poner el conjunto en relación con la lección moral del emblema de Roemer Visscher Pessima placent pluribus (Sinnepoppen, Amsterdam, 1614; Emblema XXVI, p. 148). Estamos en Roma, como se ve al fondo, y una bula de Alejandro VII aparece sobre una mesa en cierto equilibrio inestable; una pintura con un naufragio preside el centro superior; elementos militares a la derecha... Y, en la esquina inferior, hacia donde la estructura compositiva conduce sutilmente la mirada, bajo una esfera celeste, escritos en un libro abierto sobre el que pululan más insectos y mariposas, se leen los versos franceses: «Pelegrins sont / Qui dans ces villes / Pour leur bourdons / Chercent coquilles». ¿Qué significa este poema que parece tener tan alto grado de relevancia dentro del cuadro? Concluiremos esta nota el 24 de febrero.
20 febrero, 2006
Peregrinus ubique
Desde que hace tres días, el pasado 17 de febrero, citábamos al Pessoa del Libro del desasosiego, a quien Colau Dols ponía en contacto con Zhuangzi y añadíamos luego nosotros los versos coetáneos de Kavafis, casi sin querer hemos estado reflexionando sobre el viaje. En concreto sobre el viaje interior o la imposibilidad de separarse de uno mismo y de lo que a uno le constituye íntimamente, los suyos, su casa, su círculo, por más que se vaya hasta los confines de la tierra. Esta dialéctica espacial (interior – exterior) fue, por otra parte, abundantemente utilizada en la literatura moral y religiosa de los jesuitas, a cuya emblemática vamos a dedicar un CD.
Y luego, ayer, trazamos el recorrido del adagio Longe fugit qui suos fugit (quizá un proverbio de tiempos de Varrón). Las sentencias al respecto se multiplican. En relación con esta última anotemos otra, bastante divulgada, de Publilio Syro: Exilium patitur patriae qui se denegat (es padecer destierro renegar de la propia patria).
Pero hay también tantas otras páginas de la literatura universal que, sin más problemas, aconsejan el viaje o recomiendan la experiencia de la lejanía enriquecedora. Lope de Vega, poco viajero él mismo, hace que Ovidio conteste a sus retóricas preguntas. La valoración positiva del viaje se equilibra, al fin, con la apología del regreso a casa, pues se trata de cerrar un ciclo de perfeccionamiento:
Quien no ha peregrinado, ¿qué ha visto? Quien no ha visto, ¿qué ha alcanzado? Quien no ha alcanzado, ¿qué ha sabido? ¿Y qué puede llamar descanso, quien no ha tenido fortuna o por la mar o por la tierra? Pues, como dice Ovidio: «No merece las cosas dulces quien no ha gustado de las amarguras, ni ha tenido regalado día en la patria quien no ha venido de larga ausencia a los brazos de sus amigos». (Lope de Vega, El peregrino en su patria)
Lo que nos daría pie para hablar largo y tendido sobre el tema del peregrinus, sin duda uno de los más fecundos de toda la historia de la literatura. A falta de tiempo para tanta tarea, valga esta entrada para incitar a la lectura del texto –breve pero enjundioso– de Aurora Egido: En el camino de Roma. Cervantes y Gracián ante la novela bizantina, Universidad de Zaragoza, 2005, donde colaboramos en las ilustraciones. Se encontrará una buena reflexión sobre el tema del peregrinaje, interior y exterior, de los personajes del Persiles y el Criticón. Puede descargarse directamente desde aquí. (2.6 Mb)
Y aún queremos dar, mañana, otro apunte sobre este tema. Algo que nos ha llamado la atención en el abigarrado cuadro de Jan van Kessel (1626-1679), Europa, una de sus cuatro Alegorías de los Continentes (1664-1666). Hasta mañana.
Y luego, ayer, trazamos el recorrido del adagio Longe fugit qui suos fugit (quizá un proverbio de tiempos de Varrón). Las sentencias al respecto se multiplican. En relación con esta última anotemos otra, bastante divulgada, de Publilio Syro: Exilium patitur patriae qui se denegat (es padecer destierro renegar de la propia patria).
Pero hay también tantas otras páginas de la literatura universal que, sin más problemas, aconsejan el viaje o recomiendan la experiencia de la lejanía enriquecedora. Lope de Vega, poco viajero él mismo, hace que Ovidio conteste a sus retóricas preguntas. La valoración positiva del viaje se equilibra, al fin, con la apología del regreso a casa, pues se trata de cerrar un ciclo de perfeccionamiento:
Quien no ha peregrinado, ¿qué ha visto? Quien no ha visto, ¿qué ha alcanzado? Quien no ha alcanzado, ¿qué ha sabido? ¿Y qué puede llamar descanso, quien no ha tenido fortuna o por la mar o por la tierra? Pues, como dice Ovidio: «No merece las cosas dulces quien no ha gustado de las amarguras, ni ha tenido regalado día en la patria quien no ha venido de larga ausencia a los brazos de sus amigos». (Lope de Vega, El peregrino en su patria)
Lo que nos daría pie para hablar largo y tendido sobre el tema del peregrinus, sin duda uno de los más fecundos de toda la historia de la literatura. A falta de tiempo para tanta tarea, valga esta entrada para incitar a la lectura del texto –breve pero enjundioso– de Aurora Egido: En el camino de Roma. Cervantes y Gracián ante la novela bizantina, Universidad de Zaragoza, 2005, donde colaboramos en las ilustraciones. Se encontrará una buena reflexión sobre el tema del peregrinaje, interior y exterior, de los personajes del Persiles y el Criticón. Puede descargarse directamente desde aquí. (2.6 Mb)
Y aún queremos dar, mañana, otro apunte sobre este tema. Algo que nos ha llamado la atención en el abigarrado cuadro de Jan van Kessel (1626-1679), Europa, una de sus cuatro Alegorías de los Continentes (1664-1666). Hasta mañana.
19 febrero, 2006
Longè fugit, that is, Hit and Run
Reading the amusing Variarum Lectionum libri tres (1566) of Lipsius, the Cinquecento equivalent of a modern blog on Classical readings, in chapter 1.17 we find a quotation from the fragmentary Menippean Satires of Varro. The title of the satyra is Longe fugit qui suos fugit, that is, “he must run far who runs from his own people”, and Lipsius, having exhaustively treated and emended the quotation taken from it, at the end comments the title as well, determining after heedful considerations that it must have been a proverb in Varro’s time:
Siquid tamen diuinando assequi possumus, videtur titulus hic olim prouerbij & vulgati alicuius dicti locum habuisse, & sententiam aut hanc aut similem continuisse, Longè fugit, qui suos fugit. Id est, Longè fugiat oportet, qui suos & genus humanum fugere possit: quocumque enim te contuleris, semper tui similes, tuae cognationis, id est, homines inuenturus es.
And in fact, it does sound familiar to us as a proverb. We have already read it somewhere, and not only read, but, incidentally, even published it. It must be in the Adagia of Erasmus, and if so, then it was classified as a proverb more then a generation before Lipsius’ deliberations.
A quick search in the Adagia CD of Studiolum unveils that this adage was in fact included in the monumental collection of Erasmus. Not in its last authorized version of 1536 however, but in the enlarged edition of 1574, to which a complete second volume of adagia was added, collected from and by various authors under the spell of the Erasmian opus magnum. Thus Lipsius, writing eight years before the publication of this addendum, can be discharged from the accusal of plagium. This proverb is included here in the section Adagiorum centuria of Gilbertus Cognatus as Adage 1274, with a reference to Varro:
Longè fugit, qui suos fugit. Refertur à Nonio, in Eruum, in Conuenire. hic titulus est prouerbialis satyrae Varronis: Longè fugit, qui suos fugit. Quae adagio non uidetur abludere à Terentiana in Phormio. Ita fugias, ne praeter casam. id est, domum, ut tutissimum cuique perfugium: quò cum peruenisti, fugiendi finem facere debes.
Then it was Cognatus who plagiarized Lipsius. But wait: in the same second volume we also find another occurrence of the same adage, this time in the section of the adages collected by Hadrianus Turnebus:
Longè fugit, qui suos fugit. Titulus prouerbialis satyrae Varronis, non multum abludens ab illa adagione Terentij: Ita fugias, ne praeter casam. quod est, ut ne nimium longè. nam ad casam, id est, domum ubi tutissimum cuique perfugium est, cùm peruenisti, fugiendi finem facere debes. Idem Aduers. 15. cap. 5.
Turnebus here refers to his own Adversariorum libri XXX, first published in 1530, where we read in the chapter cited:
Refertur & à Nonio titulus prouerbialis satyrae Varronis, longè fugit qui suos fugit: quae adagio non videtur abludere a Terentiana: Ita fugias ne praeter casam: quod est, ita fugias, vt nimium longè. nam ad casam, id est, domum, vbi tutissimum cuique perfugium est, cùm peruenisti, fugiendi finem facere debes.
This passage was therefore the ultimate – and unnamed – source not only to Cognatus, but also to Lipsius, who in chapter 1.21 of the Variae Lectiones remembered the late Turnebus (1512-1565) with full reverence as “magni ingenij & doctrinae vir”. Obviously, he had a reason to run far.
Siquid tamen diuinando assequi possumus, videtur titulus hic olim prouerbij & vulgati alicuius dicti locum habuisse, & sententiam aut hanc aut similem continuisse, Longè fugit, qui suos fugit. Id est, Longè fugiat oportet, qui suos & genus humanum fugere possit: quocumque enim te contuleris, semper tui similes, tuae cognationis, id est, homines inuenturus es.
And in fact, it does sound familiar to us as a proverb. We have already read it somewhere, and not only read, but, incidentally, even published it. It must be in the Adagia of Erasmus, and if so, then it was classified as a proverb more then a generation before Lipsius’ deliberations.
A quick search in the Adagia CD of Studiolum unveils that this adage was in fact included in the monumental collection of Erasmus. Not in its last authorized version of 1536 however, but in the enlarged edition of 1574, to which a complete second volume of adagia was added, collected from and by various authors under the spell of the Erasmian opus magnum. Thus Lipsius, writing eight years before the publication of this addendum, can be discharged from the accusal of plagium. This proverb is included here in the section Adagiorum centuria of Gilbertus Cognatus as Adage 1274, with a reference to Varro:
Longè fugit, qui suos fugit. Refertur à Nonio, in Eruum, in Conuenire. hic titulus est prouerbialis satyrae Varronis: Longè fugit, qui suos fugit. Quae adagio non uidetur abludere à Terentiana in Phormio. Ita fugias, ne praeter casam. id est, domum, ut tutissimum cuique perfugium: quò cum peruenisti, fugiendi finem facere debes.
Then it was Cognatus who plagiarized Lipsius. But wait: in the same second volume we also find another occurrence of the same adage, this time in the section of the adages collected by Hadrianus Turnebus:
Longè fugit, qui suos fugit. Titulus prouerbialis satyrae Varronis, non multum abludens ab illa adagione Terentij: Ita fugias, ne praeter casam. quod est, ut ne nimium longè. nam ad casam, id est, domum ubi tutissimum cuique perfugium est, cùm peruenisti, fugiendi finem facere debes. Idem Aduers. 15. cap. 5.
Turnebus here refers to his own Adversariorum libri XXX, first published in 1530, where we read in the chapter cited:
Refertur & à Nonio titulus prouerbialis satyrae Varronis, longè fugit qui suos fugit: quae adagio non videtur abludere a Terentiana: Ita fugias ne praeter casam: quod est, ita fugias, vt nimium longè. nam ad casam, id est, domum, vbi tutissimum cuique perfugium est, cùm peruenisti, fugiendi finem facere debes.
This passage was therefore the ultimate – and unnamed – source not only to Cognatus, but also to Lipsius, who in chapter 1.21 of the Variae Lectiones remembered the late Turnebus (1512-1565) with full reverence as “magni ingenij & doctrinae vir”. Obviously, he had a reason to run far.
18 febrero, 2006
La Biblioteca de la Catedral de Kalocsa
Acabamos de añadir a nuestro Studiolum una descripción del proyecto de colaboración con la Biblioteca de la Catedral de Kalocsa. Como anunciamos días atrás, hemos publicado ya un hermoso Salterio medieval manuscrito y seguirán ediciones de otros impresionantes tesoros bibliográficos custodiados en aquella Biblioteca. Echad un vistazo a estas páginas.
17 febrero, 2006
Amigos, Viajes, Desasosiego
Incitado por nuestra «Mesa Revuelta», Colau Dols, buen amigo, ha puesto en marcha su propio cuaderno de apuntes. Pero lo importante es que nos ha prometido colaborar en la incipiente sección catalana de Studiolum. De momento, a juzgar por lo que hemos visto en sus páginas, sus aficiones parecen tan insensatas como las nuestras: su análisis de la afinidad entre Zhuangzi y Fernando Pessoa nos ha interesado en especial, pero también su añoranza del Extremo Oriente. Nos permitimos copiar aquí una cita pessoana de su cuaderno:
¿Que em pot donar la Xina que la meva ànima no m'hagi ja donat? I, si la meva ànima no m'ho pot donar, ¿com m'ho donarà la Xina, si és amb la meva ànima que veuré la Xina, si la veig? Puc anar a cercar riquesa a l'Orient, però no riquesa d'ànima, perquè la riquesa de la meva ànima sóc jo, i jo sóc on sóc, amb Orient o sense. (F. Pessoa, Llibre del Desassossec).
Y aún nos permitimos más: recordar que esta idea tiene una larguísima tradición aparte de la línea de Zhuangzi. Solo apuntamos un paralelo. En los mismos años de Pessoa, un estricto contemporáneo, Konstantino Kavafis, mantiene una relación de amor y odio con su ciudad, Alejandría, que es también una oscura relación consigo mismo:
Te dices: me marcharé
a otra tierra, a otro mar,
a una ciudad mucho más bella de lo que ésta
pudo ser o anhelar...
Esta ciudad donde cada paso aprieta el nudo corredizo,
un corazón en un cuerpo enterrado y polvoriento. [...]
No hay tierra nueva, amigo mío, ni mar nuevo,
la ciudad irá tras de ti,
por las mismas calles errarás interminablemente
los mismos suburbios mentales van de la juventud a la vejez,
y en la misma casa acabarás lleno de canas...
La ciudad es una jaula.
No hay otro lugar, siempre el mismo
puerto terreno, y no hay navío
que te arranque a ti mismo. ¡Ah! ¿No comprendes?
que al arruinar tu vida entera
aquí, la has malogrado
en cualquier parte del mundo?
Id al cuaderno de Colau y seguid leyendo.
¿Que em pot donar la Xina que la meva ànima no m'hagi ja donat? I, si la meva ànima no m'ho pot donar, ¿com m'ho donarà la Xina, si és amb la meva ànima que veuré la Xina, si la veig? Puc anar a cercar riquesa a l'Orient, però no riquesa d'ànima, perquè la riquesa de la meva ànima sóc jo, i jo sóc on sóc, amb Orient o sense. (F. Pessoa, Llibre del Desassossec).
Y aún nos permitimos más: recordar que esta idea tiene una larguísima tradición aparte de la línea de Zhuangzi. Solo apuntamos un paralelo. En los mismos años de Pessoa, un estricto contemporáneo, Konstantino Kavafis, mantiene una relación de amor y odio con su ciudad, Alejandría, que es también una oscura relación consigo mismo:
Te dices: me marcharé
a otra tierra, a otro mar,
a una ciudad mucho más bella de lo que ésta
pudo ser o anhelar...
Esta ciudad donde cada paso aprieta el nudo corredizo,
un corazón en un cuerpo enterrado y polvoriento. [...]
No hay tierra nueva, amigo mío, ni mar nuevo,
la ciudad irá tras de ti,
por las mismas calles errarás interminablemente
los mismos suburbios mentales van de la juventud a la vejez,
y en la misma casa acabarás lleno de canas...
La ciudad es una jaula.
No hay otro lugar, siempre el mismo
puerto terreno, y no hay navío
que te arranque a ti mismo. ¡Ah! ¿No comprendes?
que al arruinar tu vida entera
aquí, la has malogrado
en cualquier parte del mundo?
Id al cuaderno de Colau y seguid leyendo.
13 febrero, 2006
Ye Ratte & ye Pelicane
The proverb Suo ipsius indicio periit sorex quoted yesterday inspired us to look up its English translation, published by Richard Taverner in his Adages of 1545, which is entirely included in our Erasmus CD. And we found it really worth to share with our Readers.
The ratte dyeth by vttering of her selfe. This prouerbe toke ye begynning of ye propertie of this vermyn for the rattes be wonte to make a noyse moch more than mise do, & do more rumble about & make a noysom cryeng while they knawe candelles endes or such other trifelles to whiche noise manymen harkening forth with though it be in ye darke night throwe at them and so kyll them. Semblably manye men & women there be which by their owne noyse and bewrayeng of them selfes, seke theyr owne bande and destruction.
This beautiful text recalls us a set of apocryphal “Renaissance” translations of Erasmus’ Adages, composed by the eminent Classical font designers Mindaugas Strockis and Ralph Hancock on the basis of the Latin original published in our CD. Here you are one of them, the translation of the adage Thessalorum alae. We are sure you will enjoy it as much as we did.
The winges of ye Thessalians: a Gifte that becomes a burden. Hesiod hath wrytten, that in ye flood of Deucalion, when all of Grece was drowned, the Thessalians alone saved themselues by the aid of Alphenor a magician who transformed them into Pelicanes. After the floode was abated, Alphenor beyng him selfe a pelicane, coulde not undo the spelle and alle remayned as birdes. Whence to this day some calle pelicans, Thessalianes.
The ratte dyeth by vttering of her selfe. This prouerbe toke ye begynning of ye propertie of this vermyn for the rattes be wonte to make a noyse moch more than mise do, & do more rumble about & make a noysom cryeng while they knawe candelles endes or such other trifelles to whiche noise manymen harkening forth with though it be in ye darke night throwe at them and so kyll them. Semblably manye men & women there be which by their owne noyse and bewrayeng of them selfes, seke theyr owne bande and destruction.
This beautiful text recalls us a set of apocryphal “Renaissance” translations of Erasmus’ Adages, composed by the eminent Classical font designers Mindaugas Strockis and Ralph Hancock on the basis of the Latin original published in our CD. Here you are one of them, the translation of the adage Thessalorum alae. We are sure you will enjoy it as much as we did.
The winges of ye Thessalians: a Gifte that becomes a burden. Hesiod hath wrytten, that in ye flood of Deucalion, when all of Grece was drowned, the Thessalians alone saved themselues by the aid of Alphenor a magician who transformed them into Pelicanes. After the floode was abated, Alphenor beyng him selfe a pelicane, coulde not undo the spelle and alle remayned as birdes. Whence to this day some calle pelicans, Thessalianes.
12 febrero, 2006
Unde Covarrubias Hungaricè didicit?
Operis mirae largitatis parumque auctoritatis Sebastiani Covarrubiae Thesaurum Linguae Hispanicae inscriptis editione in disco, ut dicitur, electronico peracta, in eo vocabula ex diversibus idiomatibus mutuata expetentes, ecce vocem Hungaricam cédulácska invenimus, quod Latinè schedulam dicitur. Res mira autem est, vocem ex sermone tam ab aliis remota ac incognita in opere auctoris Hispanici inveniri, adeo magis in hac peculiari raraque forma inflecta, cuius cognitio Sebastianum nostrum in lingua seminis Attilae valde peritus esse testatur; cédulácska scilicet forma diminutiva vocis cédula est. Ita enim auctor ait – sermo autem eius in transcriptione a viris illustribus eruditisque Ignatii Arellani et Raphaelis Zaphrae ad huius saeculi morem composta citatur:
„CÉDULA. Es un pedazo de papel o pergamino donde se escribe alguna cosa. Del nombre schedula, graece σχήδιον, diminutivo de scheda, inde cédula. El polaco la llama cedulka, y el húngaro cédulácska, que conforman con nosotros y con el griego.” Haec ille. Quod autem Latinè tantum valet: SCHEDULA. Trunculus chartae sive pergamini in quo aliquod scribitur. Derivasse videtur e voce schedula, id est forma diminutiva vocis scheda, Graecè σχήδιον, unde in dialecto Regni Castellorum cédula dicitur. Idem Polonibus cedulka, Hungaribus cédulácska dicitur, quod non abest ab usu nostrorum Graecorumque.
O donum mirissimum linguarum, peritia abundans idiomatum, quod voces adeo minutas non solùm Hungaricè, sed etiam Polonicè, et nescio an etiam Sinicè tam liberaliter interpretare videtur! Sed multa incredibilia, ut Erasmus in Adagiis, et suo ipsius indicio periit sorex. Sapienti enim haec constellatio sermonum sat ad aperiendum illam magni Calepini editionem, quae primùs notiones vocum ex lingua Polonica et Hungarica complexa est, nempe illam anno 1590 Basilea typis excusam. Unde, mehercle, haec leguntur:
Schedula, ae, f. p. diminutivum à scheda. σχήδιον. Gal. Petite charte ou tablette. Ital. Carticella, policetta breue. Germ. Ein zedelin, vitelin papier darauff man schreibt. Hisp. Cartezilla ò escriptura que se toma por nota. Pol. Czedulka. Vngar. Czedulatska. Ang. A litle sheet or serow of paper. Cicero ad Cassium lib. 15. Haec de tertia jam epistola antè oppressit, quàm tu schedulam aut literam.
Sed de aliis sexcentis quae Covarrubias ex dictionario Calepini exhaurivit, in sequenti editione Silvae nostris, Deo adiuvante, tractandum erit.
11 febrero, 2006
Casa de la Poesía China
ZHEN HE y su tropa aparecieron ayer justo para asistir a la ceremonia de apertura de la Casa de la Poesía China, en nuestro Studiolum. Esta ceremonia transcurrió sin formalidades. El Almirante y sus hombres tomaron una taza de te del primer servicio de Pozo del Dragón Antes de la Lluvia, y cada uno cantó su poema clásico preferido a los acordes dulces del qing y el zhong. Luego zarparon –unos a establecerse en Sineu, y otros a descubrir América y la Terra Australis Incognita, como registrará siglos después Gavin Menzies en detalle–; y nosotros, ebrios por los aromas y los sonidos de aquellas palabras, como en un sueño, seguimos cantando los poemas en nuestros dialectos particulares. Así nació este musaeum de poesía china clásica. Sobre su dintel hemos escrito en el conciso estilo Song este poema de Xin Qiji (1140-1207), casi una ars poetica de toda la poesía china.
ZHEN HE and his men appeared on the scene of this blog just in time to assist at the opening ceremony of the House of Chinese Poetry here in Studiolum. The opening has passed off without any formality. The Admiral and his men have taken a cup of first flush Dragon Well Before Rain tea, and each of them have sung, accompanied by the soft tunes of qin and zhong, his favourite Classical poem. Then they have left – partly to settle in Sineu, and partly to sail on to the discovery of the Americas and the Terra Australis Incognita, as registered centuries later in details by Gavin Menzies –, and we, drunk with the smells and sounds of the words, continued to sing those poems, as in a dream, in our own dialects. This is how this musaeum of classical Chinese poetry was born. Above its portal we have written, in a concise Song hand, the following poetry of Xin Qiji (1140-1207), almost an ars poetica of all Chinese poetry.
醜奴兒
書博山道中壁
少年不識愁滋味
愛上層樓。
愛上層樓,
為賦新詞強說愁。
而今識盡愁滋味
欲說還休。
欲說還休,
卻道天涼好個秋。
DE JOVEN NO SABÍA
Con la música de «El Esclavo Feo».
Escrita en un muro de camino a Boshan.
De joven no sabía el gusto de la pena,
subía a la torre.
Subía a la torre,
a cantar una pena fingida.
Mas hoy sé bien el gusto de la pena,
y ya no quiero contarlo.
Ya no quiero contarlo,
solo decir qué hermoso, el frío otoño.
FIATALON NEM ISMERTEM
A „Csúnya rabszolga” dallamára.
Boshan felé menet egy falra írtam.
Fiatalon
nem ismertem még a bánat ízét,
a toronyba vágytam.
A toronyba vágytam,
hogy képzelt bánatomról verset írjak.
Mára
a bánat minden ízét megismertem, de már
nem vágyom beszélni róla.
Nem vágyom beszélni róla,
csak annyit mondok: milyen szép, hideg ősz.
09 febrero, 2006
¿Qué es Sineu?
ESTO EMPIEZA con una sorpresa fotográfica como la de «Las babas del diablo» de Julio Cortázar. El sábado pasado dimos un paseo por Sineu, justo en el centro de Mallorca. El pequeño pueblo ostenta –venido a menos– su pasado noble de residencia de reyes, con los aún imponentes restos del palacio real erigido por Jaime II hacia 1300. Llovía. Hicimos unas fotos de las calles mojadas, los viejos muros, el color de las piedras, la fachada de la iglesia. Al volver a casa, descubrimos en el margen de una foto de la portada de la iglesia, marcado en la pared, el caracter chino que designa árbol, al lado del «árbol» de la cruz.
Analizando cuidadosamente el estilo tardomedieval del cincelado concluimos sin ningún género de duda que debía ser un comentario al árbol de la cruz inscrito por un subrepticio destacamento chino llegado aquí hacia 1421 con la flota aventurera del almirante Zhen He.
El hallazgo de una tan obvia conexión de Sineu con China, nos hizo indagar más hacia atrás. Y la pregunta inmediata fue por la etimología de Sineu. Quizá el topónimo oculta una ignota fundación china (sinium) perdida en el tiempo, de la que alguien porfía en guardar memoria trazando signos que se confunden con las rugosidades del mismo revoque de las paredes sabiendo que, por inesperados e incomprensibles, nadie será capaz de verlos y no levantarán suspicacias.
Y entonces descubrimos que la etimología de Sineu nunca ha estado clara. Parece que una mala lectura de Plinio hecha por los eruditos de los siglos XVIII y XIX introdujo confusión, pues se quiso ver en Sineu el lugar del «Cinium» que se menciona como una ciudad romana de algún sitio de Mallorca. Consultamos al Gabinet d'Onomàstica de la Universitat de les Illes Balears y nos confirmaron el origen incierto. Nos dijeron que el topónimo aparece documentado en el siglo XIII con cinco grafías diferentes: Sixneu (1231), Xisneu (1231), Sisneu (1247) i Xineu (1287). La explicación, algo enrevesada, fue literalmente esta: que, una vez descartada la anterior hipótesis pliniana, el topónimo podría derivar de Jijnau, palabra que con Batra daba nombre a un juz'. Jijnau procedería de la forma árabe J.jnu, cercana a las palabras Janâwa, Ganâwa y Qinâwa. La doble jim representa uno de estos sonidos vacilantes de la 'g' sahariana. A la vez, Janâwa/Ganâwa es la forma arabizada de la palabra bereber Ignawen –plural agnau– que originariamente significa 'mulo' y por relación cromática designa también lo negro. La variante Jinnawi/Qinnawi era conocida en Sharq al-Andalus significando 'etíope'. Además, en el mencionado juz' se consigna un ‘raal layn algenuj, una nisba (al-jinaw) que supone una forma jinaw/ginaw. De esta manera, nos dijeron, el paso de Jijnau a una forma catalana vacilante Xisneu/Sixneu, origen de Sineu es perfectamente defendible.
Analizando cuidadosamente el estilo tardomedieval del cincelado concluimos sin ningún género de duda que debía ser un comentario al árbol de la cruz inscrito por un subrepticio destacamento chino llegado aquí hacia 1421 con la flota aventurera del almirante Zhen He.
El hallazgo de una tan obvia conexión de Sineu con China, nos hizo indagar más hacia atrás. Y la pregunta inmediata fue por la etimología de Sineu. Quizá el topónimo oculta una ignota fundación china (sinium) perdida en el tiempo, de la que alguien porfía en guardar memoria trazando signos que se confunden con las rugosidades del mismo revoque de las paredes sabiendo que, por inesperados e incomprensibles, nadie será capaz de verlos y no levantarán suspicacias.
Y entonces descubrimos que la etimología de Sineu nunca ha estado clara. Parece que una mala lectura de Plinio hecha por los eruditos de los siglos XVIII y XIX introdujo confusión, pues se quiso ver en Sineu el lugar del «Cinium» que se menciona como una ciudad romana de algún sitio de Mallorca. Consultamos al Gabinet d'Onomàstica de la Universitat de les Illes Balears y nos confirmaron el origen incierto. Nos dijeron que el topónimo aparece documentado en el siglo XIII con cinco grafías diferentes: Sixneu (1231), Xisneu (1231), Sisneu (1247) i Xineu (1287). La explicación, algo enrevesada, fue literalmente esta: que, una vez descartada la anterior hipótesis pliniana, el topónimo podría derivar de Jijnau, palabra que con Batra daba nombre a un juz'. Jijnau procedería de la forma árabe J.jnu, cercana a las palabras Janâwa, Ganâwa y Qinâwa. La doble jim representa uno de estos sonidos vacilantes de la 'g' sahariana. A la vez, Janâwa/Ganâwa es la forma arabizada de la palabra bereber Ignawen –plural agnau– que originariamente significa 'mulo' y por relación cromática designa también lo negro. La variante Jinnawi/Qinnawi era conocida en Sharq al-Andalus significando 'etíope'. Además, en el mencionado juz' se consigna un ‘raal layn algenuj, una nisba (al-jinaw) que supone una forma jinaw/ginaw. De esta manera, nos dijeron, el paso de Jijnau a una forma catalana vacilante Xisneu/Sixneu, origen de Sineu es perfectamente defendible.
Bien. Después de esta explicación, quedamos definitivamente convencidos de que Sineu / Sinium la fundaron los chinos y la han ido visitando a lo largo de la historia. Y quizá están tramando sobre los muros del pueblo un secreto sistema de señales para preparar la reconquista.
07 febrero, 2006
El sucarate
MIENTRAS acabamos la edición del CD de los libros de Emblemas Españoles, nos salen tantas cosas al paso. Por ejemplo, este animal tremendo que vemos en la número 39 de las Empresas morales (Lyon: Anison & Posuel, 1688) de Núñez de Cepeda –imagen de arriba–.
La bestia Sucarate (también denominada succarath o su) es muy posible que llegue hasta Núñez de Cepeda de la mano de otro jesuita español como Juan Eusebio Nieremberg (Historia naturae, maxime peregrinae, libris XVI distincta, Antuerpiae: Ex Officina Plantiniana Balthasaris Moreti, 1635, p. 189 –imagen del centro–), quien habla de este fantástico y fiero animal de la Patagonia contándonos su curiosa piedad paterno-filial. Así, en lo moral, el sucarate sería la versión austral de la europea cigüeña, ave a la que ya Alciato (y antes Horapolo, y los naturalistas griegos y romanos) identificaba con esta virtud. Escribe Nieremberg: «Belluam rapacem apud Patagones Su, id est aquam vocant nonnulli, quod plerumque iuxta fluuios degat. Aliij dicunt Succarath. Torua est: primam oris acie quodammodò leonem aemulatur, aut hominem, nam ab aure barbata» . Y añade que, además de llevar a los hijos sobre la espalda, cubiertos y protegidos con la cola, luego los hijos recíprocamente cuidarán de los ancianos: «Tum filios reciconiare simili in parentes vetulos pietate, eosque portare & alere» (p. 189). Pero en realidad, ambas imágenes que aquí vemos provienen de la Historia animalium (Frankfurt: Bibliopolio Henrici Laurentii, 1620) de Conrad Gesner, a quien el sucarate interesó tanto que lo puso en la portada de su libro –imagen de abajo–.
La bestia Sucarate (también denominada succarath o su) es muy posible que llegue hasta Núñez de Cepeda de la mano de otro jesuita español como Juan Eusebio Nieremberg (Historia naturae, maxime peregrinae, libris XVI distincta, Antuerpiae: Ex Officina Plantiniana Balthasaris Moreti, 1635, p. 189 –imagen del centro–), quien habla de este fantástico y fiero animal de la Patagonia contándonos su curiosa piedad paterno-filial. Así, en lo moral, el sucarate sería la versión austral de la europea cigüeña, ave a la que ya Alciato (y antes Horapolo, y los naturalistas griegos y romanos) identificaba con esta virtud. Escribe Nieremberg: «Belluam rapacem apud Patagones Su, id est aquam vocant nonnulli, quod plerumque iuxta fluuios degat. Aliij dicunt Succarath. Torua est: primam oris acie quodammodò leonem aemulatur, aut hominem, nam ab aure barbata» . Y añade que, además de llevar a los hijos sobre la espalda, cubiertos y protegidos con la cola, luego los hijos recíprocamente cuidarán de los ancianos: «Tum filios reciconiare simili in parentes vetulos pietate, eosque portare & alere» (p. 189). Pero en realidad, ambas imágenes que aquí vemos provienen de la Historia animalium (Frankfurt: Bibliopolio Henrici Laurentii, 1620) de Conrad Gesner, a quien el sucarate interesó tanto que lo puso en la portada de su libro –imagen de abajo–.
En estas páginas francesas hay informaciones añadidas sobre las fuentes de Gesner, y sobre Ambroise Paré y Thevet que mencionan a esta misma fiera tan piadosa con los suyos.
Y nuestro amigo Rafael García Mahíques, en su edición del libro de Núñez (Madrid: Tuero, 1988, p. 186), nos da la nota naturalista identificando al animal con un mono amazónico de la familia de los cébidos: «en especial nos inclinamos a identificarlo con el saki barbudo o de espalda roja, o el saki barbudo capuchino».
04 febrero, 2006
Covarrubias
Está a punto de aparecer en Iberoamericana Vervuert la edición del Tesoro de la Lengua Castellana o Española de Sebastián de Covarrubias, de Rafael Zafra e Ignacio Arellano (GRISO). En Studiolum hemos llevado a cabo la edición digital que se adjuntará al libro.
03 febrero, 2006
Los Tesoros de Kalocsa
Hemos publicado el primer CD con la Biblioteca de la Catedral de Kalocsa (Hungría). El Psalterium cum canticis. Ms 382 es uno de los manuscritos más hermosos de la Biblioteca. Al facsímil completo añadimos los salmos latinos que el lector puede compulsar con las traducciones al español, inglés, alemán o húngaro.
02 febrero, 2006
El cesto
PRIMERO se toma una mimbre,
y se la pone en agua, para que pierda altanería, se haga dulce,
mandible, y tenga amor;
luego se la trenza como un sueño,
y, cuando ya está hecho el cesto,
puede ponerse en él la ropa blanca,
unas frutas rojas, doradas, o un gatito.
A veces crujirá en la noche;
pero así se hizo el mundo,
y así, a veces, se lamenta. (p. 195)
ELŐSZÖR végy egy fűzfavesszőt
tedd vízbe, hogy megszabaduljon
kevélységétől, lággyá váljék
hajlékonnyá, megteljen szeretettel
aztán fond meg, mint az álmot
s ha kész a kosár, beleteheted
a tiszta ruhát, piros és arany
gyümölcsöket, a kismacskákat.
Néha majd nyikorog az éjszakában
de hát így készült a világ
és néha így panaszkodik. [+]
y se la pone en agua, para que pierda altanería, se haga dulce,
mandible, y tenga amor;
luego se la trenza como un sueño,
y, cuando ya está hecho el cesto,
puede ponerse en él la ropa blanca,
unas frutas rojas, doradas, o un gatito.
A veces crujirá en la noche;
pero así se hizo el mundo,
y así, a veces, se lamenta. (p. 195)
El azar nos ha dado este poema de las Elegías menores de José Jiménez Lozano y de pronto se nos ha convertido en una especie de divisa o motto del blog. Así que lo hemos traducido enseguida al húngaro. Habría que avisar al autor.
ELŐSZÖR végy egy fűzfavesszőt
tedd vízbe, hogy megszabaduljon
kevélységétől, lággyá váljék
hajlékonnyá, megteljen szeretettel
aztán fond meg, mint az álmot
s ha kész a kosár, beleteheted
a tiszta ruhát, piros és arany
gyümölcsöket, a kismacskákat.
Néha majd nyikorog az éjszakában
de hát így készült a világ
és néha így panaszkodik. [+]
01 febrero, 2006
La puerta esta abierta
Exponemos a quien quiera verla esta mesa llena de ideas, papeles, lecturas, imágenes, sonidos. Entren en el estudio, donde los papeles se mezclan, se esbozan los proyectos, se discute y se ríe. Adelante. Pasen. Acomódense. Intervengan cuando quieran, como quieran, sin pedir permiso. Compartamos descubrimientos, perplejidades, conjeturas. Empezamos.